sábado, 17 de mayo de 2014

Del retiro y mi maestro por Azul Mayan






Andaría de habitación en habitación con la bata roída y los pies desnudos, me bañaría solo 1 vez al día, compraría una cafetera pequeñita y haría mil expresos para mi latte, la nevera estaría saturada de pan de caja, quesos, peras, higos y uvas, helado de chocolate... también habría jugo de uva, el vino rosado por supuesto lo pediría por cajas, sin corcho, con tapa rosca porque mis manos son pequeñas más “coca-colas ligth” en garrafones. 
Guiada solo por instinto sin despegar los ojos del párrafo en cuestión, me tumbaría en un viejo y mullido sofá a leer, horas, días, años, sin parar. Despegaría los ojos de las letras solo en dos ocasiones, ver los ocasos y para ejercer opinión (que nadie me ha pedido) en las redes, crearía un fideicomiso para volverme erudita me postularía como “Opinadora Profesional” avalándome los cientos de hojas escritas, leídas, asimiladas y “transmitidas”. 
Solo de vez en cuando recibiría visitas, muy, muy, muy de vez en cuando, ni padres, ni amigos, solo yo y los libros, algún vez al mes una persona que sacuda, por el resto la vida fluiría entre mis compañeros eternos y cambiando títulos. 
De la cama, al sofá y del sofá a la bañera, de ahí directo al jardín vestida con gafas, sombrero y perlas de agua que se transformen en el transcurso del día en gotas de sudor. Después de ver el ocaso causa imperativa para retirar mis ojos de las letras, me movería como ratón por el queso, doblones de delicioso queso con peras en mi pan, el vaso azul de un litro se desborde de vino rosado, manchando un poco la página 32 casi 33. 
¿Existe otra manera de conservar en buenas condiciones un libro? Para saber que está vivo, que fue tomado y consumido hasta la molécula más fina de su tinta, un libro lleva lo más íntimo de su lector, desde las manchas del café, vino o estofado engullido que se resbalo impropio casi obsceno por estar atento y sumergido en la descripción del paseo de “O” en el taxi aunado a los malabares del cambio de ligas y telas , hasta boletos de los viajes dónde sirvió de copiloto, para visitar “baobas” o “ el centro de la tierra”, marcados con marcador fluorescente en esas citas que recuerdan lo importante “tengo 19 hombres, tengo 19 hombres si llegara el número 20 dejaría a esos 19” o guardando los pétalos de las flores que esos 19 hombres (o casi) regalaron a quien lo posee. O bien de las lágrimas al ver que “ Beth no despertará jamás, dejando a Jo en la más profunda desolación”, así como las notas al calce para investigar más “Las leyes universales” . 
¡En fin! , esto de planear el retiro es deleitante, y todo se lo debo a mi maestro Villarreal que al estar ya jubilado sigue enseñándome las delicias de estar viva, pensar que sí hay un mañana, así como en su momento me enseño “Literatura” , de por sí mi materia favorita, sumada a su personalidad de “barquito navegante” experimentar ser su alumna se volvió una novela de aventuras. Con amor para mi teacher. @AZULMAYAN Azul Mayan

0 comentarios:

Publicar un comentario