Solo quería refrescarme.
No
sé ustedes pero aquí en mi puerto ha hecho un calor infernal, de esos
que no se quitan ni durmiendo bajo el aire acondicionado, eso en caso de
que tengas aire acondicionado. No es mi caso, en casa había pero la
fauna que pulula descarada y libremente en Vallarta lo descompuso, unas
“Choras” específicamente, son unas lagartijas pálidas y transparentes
que hacen un sonidito especial, buenas para el ambiente se comen a los
mosquitos y las arañas, como todo animalito nace, crece se reproduce y
muere, esto va a que un día, a estos hermosos especímenes se les ocurrió
romancear entre los cables del aire acondicionado, supongo que la
chorita hembra pudorosa y coqueta corría moviendo su colita, y la chora
macho bragado y decidido brinco y la alcanzó exactamente dónde los
cables de luz daban directito a la tarjeta madre del aire acondicionado,
haciendo de su encuentro amoroso el más candente de su vida, pues
quedaron electrificados, tiesos, tiesos, chamuscados, chamuscados, uno
sobre el otro, el técnico al sacarlas petrificadas en posición
inequívoca de reproducción dijo “estas causaron el daño, la tarjeta
madre se desmad…” y bueno pues esta es la razón por la que ya no tenemos
aire acondicionado en casa.
Por
ello en búsqueda de un poco de aire corrí a la playa por unas
refrescantes margaritas servidas y decoradas con la sonrisa de ese
mesero tan “latin lover” que atiende bien, es amable y rápido, sus
veintes resplandecientes solo son mermados por los atardeceres de mi
Puerto por el resto él se vuelve el paisaje para extranjeras y locales,
(suspiro profundo), ha de ser alguna estrategia del restaurant, ¡tener
a personal como este muchachito! , por un lado te refresca la bebida y
por el otro te da más calor ver al que te la sirve y así hasta que se
vuelve un círculo vicioso que descontrola el termostato de cualquiera.
Al
“frescor” de la segunda margarita el aire empezó a soplar fuerte con
olor a tierra mojada, ¡Por fin, aire de lluvia!, contenta muy contenta
corrí a mojarme los pies a la orilla del mar, estaba tibio, pero al
compás del aire más bien frío empecé a templarme, sentí como todo el
calor que mi cuerpo guardaba salía por las plantas de mis pies directo a
la arena, y al chocar las olas en mis pantorrillas lo arrastraban al
fondo del mar, inhalaba profundo el aire con olor a mar y tierra mojada,
las olas chocaban más fuerte sobre mí y alcanzaron mi vestido, muy
segura avancé un poco hacia adelante. “Después de 7 olas tranquilas
viene una fuerte”, sonó en mi cabeza, pero ignoré el dicho, y decidí
relajarme y disfrutar la tímida lluvia que empezaba a caer, por
instantes me desconecte del mundo que me rodeaba, del calor, de las
choras, del guapo mesero, del atardecer, de lo que entre líneas se puede
leer, y ¡ZAZ! Solo sentí el golpe húmedo y salado de una gigantesca ola
que me regreso a la tierra, bueno a la arena, caí cuan corta soy en un
refrescante burbujeo, después de todo solo quería refrescarme.
Azúl Mayán
@AZULMAYAN
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