Mientras
Hollywood se encuentra atascado en una etapa de sequía de proyectos
originales y exitosos y se conforma con trabajar en remakes de clásicos,
cintas de superhéroes, secuelas, precuelas, adaptaciones de bestsellers
y películas extranjeras y habla de que éste es uno de sus peores años
en taquilla, la producción televisiva está convirtiéndose en la
vanguardia del entretenimiento, en el espacio ideal para proyectos que
están definiendo los estándares de calidad, manufactura, talento y
creatividad y poniéndolos muy por encima de las expectativas de propios y
extraños.
Hace cosa de dos décadas, con la aparición de las cadenas de televisión de paga, como HBO,
la televisión vio un renacimiento que le ayudo a subsistir en el
mercado del entretenimiento, cuando las principales cadenas televisivas,
NBC, ABC, CBS, trabajaban con reruns de sus éxitos de
mejores épocas y no aportaban nada nuevo con los proyectos que
presentaban a su audiencia. Fue entonces que aquellos que siempre habían
hecho carrera en el cine, se percataron de que esa pequeña ventana de
entretenimiento que siempre está encendida en las casas de todo el mundo
bien podría ser otro vehículo para su trabajo. Directores, fotógrafos,
guionistas y actores dieron un salto de fe y apostaron por la
televisión.
Y nosotros como audiencia no pudimos más que estar agradecidos.
A
lo largo de esos veinte años, han aparecido nuevos canales, tanto en la
televisión abierta como en la de paga, lo que ha permitido diversificar
los mercados y ampliar las ofertas creativas que se pueden ofrecer.
Ahora existen opciones como FX, Showtime, Starz, USA Network, o los espacios en streaming como Netflix, Amazon y Yahoo, que ofrecen nuevas plataformas para disfrutar de este formato seriado de una hora de entretenimiento de calidad.
Pero
mientras nosotros como televidentes somos testigos de cómo el nivel de
calidad – tanto en contenido como en formato – de la televisión ha
alcanzado su plenitud, aquellos que se considera deben reconocer este
nivel, han decidido ignorarlo y mantenerse dentro de la comodidad del
lugar común y la fórmula segura.
La pasada entrega de los premios Emmy
a lo mejor de la televisión dejó en claro, desde el proceso de
nominaciones, que la academia no tenía interés en reconocer que existe
un nuevo nivel de producción televisiva. Con cadenas teniendo que buscar
recovecos en los perfiles de nominaciones para poder incluir sus series
en las ternas, hasta proyectos absolutamente ignorados – Hannibal de NBC/AXN
es un perfecto ejemplo de esto – y terminando con premios otorgados por
enésima vez a series que se han quedado en el camino y han optado por
vivir de sus viejas glorias, la academia decidió otorgar su
reconocimiento a cuenta gotas y dejó que trabajos impecables como True Detective, Fargo, Orange is the new Black, Orphan Black
y otros tantos títulos, que habían recibido más de cien nominaciones en
conjunto, terminara con no más de cinco premios entre todas.
Quizá
sea que la televisión se ha especializado excesivamente, será que las
cadenas de televisión abierta están buscando protegerse de la presión
para mejorar su producción, ejercida por las cadenas que pueden trabajar
fuera de las limitantes en las que se mueve la televisión básica – no
sexo, no violencia explícita, no lenguaje obsceno -, quizá solo sea
cosa, en este ejemplo en particular, de que los Emmy hagan lo que los Grammy,
crear subcategoría tras subcategoría y con eso dar acceso a más
proyectos y dejar de estar limitados por conceptos tan cerrados como lo
son el drama y la comedia.
Gracias
a Dios, la televisión es un negocio que no necesita de estos
reconocimientos para mantenerse y generar ingresos. Ciertamente, al
menos para un actor, tiene mucho más valor acompañar su crédito con un nominado/ganador de un Oscar, a decir lo mismo sobre un Emmy.
El éxito de un programa de televisión no se mide dentro de los mismos
tabuladores que el de una película. Para saber que una serie es exitosa,
los ratings pueden dar una idea general del interés que ésta pueda
generar, pero el verdadero termómetro de la popularidad de este género
está en las pláticas de oficina al día siguiente que se transmite un
episodio, los comentarios en las redes sociales y foros pero, sobre
todo, en todas y cada una de las personas que semana tras semana, se
sientan a ver el nuevo episodio de su serie de televisión favorita.
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