Mientras
siguen apareciendo fotografías íntimas de actrices y deportistas y la
gente sigue consumiéndolas sin empacho alguno, la televisión se ha
sumado a este nuevo resurgimiento del interés de ver gente desnuda sin
razón aparente.
Hará cosa de dos meses que en México comenzaron a transmitirse por diferentes cadenas de televisión de paga, reality shows cuya peculiaridad era que sus participantes debían estar desnudos. VH1 y Discovery Channel presentaron Dating Naked y Naked and Afraid,
respectivamente, pero esos son apenas los primeros programas que
llegaron a nuestras pantallas. En los Estados Unidos, esta tendencia
lleva casi un año y ha llegado hasta un punto en que quizá debamos
ponernos a analizar cuál fue la necesidad que demandó que existiera esta
oferta del mercado televisivo.
Desde el concepto un poco más científico – por llamarlo de algún modo – de los programas producidos por Discovery Channel como lo son Naked and Afraid y Naked and Castaway, que buscan presentar guías de supervivencia en condiciones adversas, hasta la banalidad de programas como Dating Naked de VH1 o Buying Naked
de TLC, donde la desnudez de sus participantes no tiene nada que ver
con las acciones que realizan y solo está ahí para generar el morbo de
quienes lo observan, esta tendencia dentro del género de reality shows
quizá esté diciéndonos que ya hemos llegado al punto de saturación y
que realmente no existe razón alguna que justifique que nos deban
interesar las vidas ajenas.
Desde The Real World de MTV de los noventas, The Amazing Race de principios de 2000 y los más recientes Wifes of esto, aquello y lo demás, la evolución del reality ha dejado atrás el concepto original de la casa con paredes de cristal para acercarse más al que contaba Orwell en su novela 1984,
donde el saber que hacen los otros es parte fundamental de nuestra vida
cotidiana, no solo a nivel individual sino a niveles más amplios como
el de sociedad en conjunto bajo la lupa de un gobierno o el de un
gobierno bajo la vigilancia de un sistema mucho más grande y complejo.
Es
por esa necesidad – una necesidad generada por los cambios en nuestra
cultura en los últimos cincuenta años en que se nos ha enseñado a
obtener placer inmediato a bajo costo y con esfuerzo mínimo - que no nos
parece tan jalado de los pelos que haya alguien sacando a la luz
fotografías privadas de personas públicas en situaciones íntimas cuando
la televisión que consumimos de forma cotidiana considera que es normal
presentar a personas desnudas haciendo cosas del día a día sin más
justificación que el poder hacerlo.
No
se trata de moral o de pudor. La naturaleza no tiene nada que ver con
lo que se trabaja en estos programas o con la motivación tras el
bombardeo de fotografías por internet, es simplemente el respeto al ser
humano y su intimidad y el conocer hasta donde debe llegar el límite
cuando se trata de observar a nuestros semejantes en situaciones que –
aunque hayan aceptado ser parte de forma consciente – están fuera de su
control directo.
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