martes, 27 de mayo de 2014

Pensamientos en Azul


La Verdad en México
Por Azúl Mayán
@AzulMayan

Tengo 2 periodistas favoritos que me llenan los ojos y el cerebro con singular alegría, Guillermo Ochoa y Fernanda Tapia,  me deleito al escucharlos cuando hacen pod cast con pensamientos, música y poesía, delicia…
Sin embargo ellos no se destacan por solo “hablar bonito” aunque la verdad los dos tienen   una voz preciosa con la que en sus momentos han modulado  verdades nefastas,  razón por la cual el  muy retirado Guillermo Ochoa fue invitado a salir de la pantalla televisiva  quedándose en radio para consuelo de quienes lo seguíamos.
Lo veía mientras desayunaba  atole champurrado con taquito de frijol,  quelites y queso que mi abuela preparaba bien temprano para mí y mis hermanas , ( a pesar de que ya éramos generación Kornk Flakes y Tart Pops  en la casa de mi abuela se desayunaba producto de maíz triturado en metate) Guillermo Ochoa el periodista transmitiendo desde su programa “Hoy Mismo” con sus gafotas acompañado de la personalidad impresionante de Lourdes Guerrero la cual me causaba entre fascinación y miedo, imaginaba que era la reencarnación de Maléfica con el poder de la mujer de fuego, tenía escasos 5 años y me embobaba viéndolos  en blanco y negro, mi abuela me gritaba que cerrara la boca porque se me meterían las moscas, que me pusiera  a desayunar.  Ella es quien me educó hasta la adolescencia.
Me enseñó a respetar a los mayores,  saludarlos de mano, deseándoles buen día, tarde o noche según correspondiera,  eso sí NUNCA y bajo ninguna circunstancia les besara la mano, - ¡Ve tú a saber que se agarraron! -  decía mientras movía los ojos y las manos en señal de desprecio, yo imaginaba que agarraban ratas ,con eso me bastó para tener mis reservas incluso para saludar de mano, también me enseñó que los gusanos son trenes, los calditos el mejor de los platillos y que mentir estaba y hacia mal a todos, ella era clara,  colocaba las groserías dónde iban sin pudor ni tacto, por eso no entendí como es que me enseñó a llorar “bajito” eso sí a pensar fuerte y actuar de tajo, con garra ¡de bulto pues!  Como ella lo diría.
Por eso cuando empecé a decir la verdad a diestra y siniestra no entendía por qué me  pellizcaban , daban coscorrones y regañaban  como si hubiera ahogado al gato pssss no entendí de que se trataba ni cómo iba, no que tenía que decir la ¿entonces?  Para ese tiempo sucedió lo del temblor del 85 y la posterior salida de Guillermo Ochoa junto al escándalo por lo que se atrevió a decir, yo pasaba menos tiempo con mi abuela y su champurrado,  el del metro la verdad no era tan sabroso y yo ya no era su nieta querida, empecé a notar que la verdad que querían era solo aquella la que era conveniente dependiendo las circunstancias.
Por ejemplo decir la verdad acerca de que alguien olía feo en la presencia del interfecto estaba mal, pero decir que era un apestoso, “aquí entre nos estaba bien",  decir que mi papá era un borracho golpeador estaba bien, pero decir que mi mamá era una neurótica golpeadora estaba mal.
Mi abuela sabía perfectamente que nada estaba bien y que las verdades a medias contadas son esquirlas de acero ardiente, ella conocía lo que era incomodar y sentirse incomoda, era indígena otomí víctima de la revolución, el racismo y la violencia de género, nunca supo que así era como se le clasificara tal vez por eso las victimas para ella eran las  que se quedaban calladas.

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