En
el transcurso de mi vida he escuchado diferentes historias de cómo es
que los niños vienen al mundo, historias que intenta maquillar la verdad
sobre la sexualidad. ¿Somos el resultado del gran amor entre nuestros
padres? ¿Somos la consecuencia de que mamá oliera una flor? ¿Somos un
regalo traído desde Paris? O simplemente somos el resultado y la
manifestación de esa sexualidad en sus diferentes contextos que a la
sociedad le cuesta tanto explicar.
Hablar
de sexualidad es tocar un tema prohibido, tansgresor incluso hasta
impuro. Sin duda alguna, esta concepción está marcada por los límites de
la sociedad y de cada cultura. La sexualidad en algunas culturas
podrían limitarnos únicamente al uso de está práctica con fines de
reproducción. Pero qué hay más allá, qué pasa con el placer, el deseo,
la pasión, el lucro y el negocio. ¿Acaso no convergen todas estás ideas
en el acto sexual? Si bien, puede llevarse acabo entre una pareja
enamorada, entre dos amantes en busca del placer, entre dos desconocidos
sedientos del uno al otro, o simplemente entre dos sujetos que se ganan
la vida de esa forma. Erotismo, pornografía, ¿Cuál es la diferencia si
ambos despiertan el deseo sexual? y por otra parte, ambos son motores de
la literatura, el cine, la fotografía, el teatro, la pintura y la
escultura.
Este
es un tema a discutir en sus diferentes manifestaciones, cuál es el
límite de cada uno; ¿El espacio, el tiempo, el lugar? Si ambos
corresponden a esa búsqueda y evocación del deseo sexual ¿Por qué son
tan diferentes?
Es
claro que la pornografía podemos ligarla al lucro y al comercio,
deslindarla de los sentimientos y relacionarla con el valor de uso. Es
aquella que despierta el deseo sexual en el receptor a través de
expresiones explícitas, descriptivas de mecanismos sexuales,
desprendidas de las emociones. Mientras que el erotismo no se limita al
acto sexual, sino que se relaciona con todas las proyecciones de la
sexualidad, es un episodio sublime rodeado de la sugestión, la
sensualidad, el simbolismo y la comunicación no verbal. Es el
conocimiento del cuerpo y los deseos de uno mismo, al mismo tiempo que
del otro, la interacción con el receptor a través de miradas, caricias,
movimientos, sonidos, posiciones y emociones.
Aun
así la sexualidad en cualquiera de estas dos manifestaciones puede ser
transgresora dependiendo de la cultura y el contexto. Qué pasa si una
película porno es trasmitida en un centro cultural, cuál es la
diferencia entre ver esta misma en casa o en un cine clandestino. Qué
sucede con las pinturas que se exponen en un museo donde se muestran
poses sugerentes y despiertan el deseo carnal, cuál es la diferencia
entre las revistas con imágenes de este estilo. Por qué unas son
llamadas arte y se convierten en algo permisible, mientras que las otras
manifestaciones se vuelven transgresoras y se relacionan con la
perversión. He aquí dónde el espacio, el lugar y el tiempo que rodean a
la cultura cobran vida imponiendo su concepción del mundo y marcando la
diferencia entre lo permisible y lo transgresor, entre el arte y la
perversión. Y al final de cuentas sólo es la manifestación de nuestros
deseos, a veces reprimidos, a veces externados, a veces satisfechos y
otros tantos frustrados. Sólo un acto, bueno o malo, no lo sé, eso lo
determina la sociedad, la moral y al final cada individuo.
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