domingo, 20 de julio de 2014

Lo mejor de la semana / Columna : Pensamientos en Azúl / Mudanzas

Crecí entre mudanza y mudanza con mudanseros y chalanes , nos cambiábamos  de casa como el año de  estaciones, además de que es el oficio de la familia y el castigo de todo aquel que no quisiera estudiar, lo mandaban a “chalanear”. Al llegar a la casa familiar la de la abuela, las camionetas de  mis tíos eran “castillos de colores” la defensa al  bufar el dragón que resguardaba el reino y las redilas murallas dónde mis aventuras viajaban y se escondían. Era una delicia escalar  cómo podía desde el suelo y llegar triunfante al primer piso de la camioneta, de ahí preparar el segundo piso para “dormir” después de brincotear hasta acabar con la paciencia de mi abuela y obligarme a bajar.


Las camionetas se me antojaban de tamaños indescriptibles, cabían tantos mundos, tantas historias, tantos personajes, cargaban casas completas y descargaban una vida nueva, un nuevo comienzo, una fuga, un descanso,  otra vida…

Al estacionarse en la casa de mi abuela, ya vacías, con el olor a grasa, a polvo, a sudor, después de barrerlas y darles su “chaineada”  eran mi refugio favorito, obvio, esas camionetas eran manejadas por los míos, por mis hombres favoritos, mis ogros guardianes, los soldados de la casa, los que nos cuidaban, los que nos profesaban un amor filial casi de padre a hija,  esos hombres grandes de estatura de cuerpo robusto, de manos y hablar rudo, que llegaban hambrientos arrasando con todo lo que había en la cocina, las mujeres de la casa “sus mujeres” preparaban desde en la mañana cantidades de proteína que me volvieron casi vegetariana, las aguas de fruta fresca se hacían en la “lavadora” para que alcanzara, entre mudanseros y chalanes nunca se acababa de cocinar, si iba a la casa de la abu, el olor a carne asada invadía haciéndome correr a la casa de la tía, dónde el pescado frito me obligaba a salir corriendo al patio si es que no me pescaban y me pedían fuera a la tienda por las tortillas, o más pan molido, o la masa para el atole de la noche.


Salían a trabajar bien temprano, todos oloroso a colonia, brillantina o gel, era como una ceremonia,  el tío el volante y los demás cargando sogas, tablas,  y botes con herramientas, los recuerdo en jeans y playeras blancas de algodón, desconozco como lograban estar blancas siempre, ya que en la noche cuando regresaban eran grises cuando bien les iba, sin embargo todos los días al amanecer estaban relucientes y muy blancas, hoy esta mujer no logra igualar ese nivel de blancura en ninguna prenda interior o exterior que tenga la desgracia de caer en mis manos, secretos de amas de casa supongo.

Al regresar los chalanes, mis primos y algunos adjudicados culturales que habitaban la casa se ponían guapos redoblando el olor matutino, el cual era peor que la carne asada y el pescado frito juntos,  dejándome casi desmayada como flor marchita a su paso por su exagerado acicale, los zapatos negros deslumbraban así como los calcetines blancos moda espantosa de los 80´s, jeans y playera con logo de algún grupo de metal eran su uniforme para ver a la novia. Todos como soldados regresaban antes de las 9:00 pm el que no se quedaba afuera, así que 8:50 ya estaban tirados viendo la tele con los ojos a medio cerrar.


Llegaba la mamá por mí y me despedía rapidito dejando el mundo de los viajes, de la carga y la descarga, de la disciplina y el trabajo rudo.


Cargar y descargar, una vida nueva, un nuevo comienzo, una fuga, un descanso, otra vida… la metáfora de mi vida.

@AZULMAYAN

Azúl Mayán.

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